Mis inicios con el balón


Os voy a contar por qué jugué al fútbol: por prescripción facultativa.

Cuando tenía un año, padecí una enfermedad llamada poliomielitis, me atacó en la pierna derecha. En mi barrio, La Florida, en 1959 hubo una epidemia de polio, afectando a varios niñ@s. Mis padres se dieron cuenta enseguida de que me estaba pasando algo porque no me mantenía de pie, me fallaban las piernas y una vez en el hospital, me detectaron la enfermedad, sufrí un foco de polio en la pierna derecha. Pasaron unos años de rehabilitación, baños de contraste de temperatura y masajes muy dolorosos. Poco a poco, me fui recuperando, ya no tenía dolor y podía andar perfectamente; llevaba una vida normal. Con el crecimiento, me iban poniendo un alza en mis zapatos porque los huesos y músculos dañados estaban más reducidos. 

El traumatólogo recomendó a mis padres que hiciera mucho ejercicio con las piernas: bicicleta, natación... pero lo que más me gustó fue jugar al fútbol.

Por eso, desde temprana edad, jugaba con mi primo y los amigos del barrio. Y no lo hacía nada mal, mezclada con ellos, era uno más. El balón era de reglamento y jugábamos en la calle; recuerdo a algún jugador del Hércules como Valbuena, Humberto, Lalo, José Juan, Corró... que me veían jugando y se paraban a mirarme.

Vivía en la calle Asturias, al lado del campo La Viña, allí en plena calle corríamos detrás de un balón; el tranvía de Florida Alta - Florida Baja nos destrozaba y reventaba los balones comprados en el "Palacio de los deportes" en la Rambla de Alicante.

En aquellos años, las niñas nos vestíamos con faldas o vestidos, no llevábamos ni pantalones, ni chándal como ahora. Pero a mí no me importaba, le pegaba igual al balón con las dos piernas.

La polio me dejó alguna secuela: músculos más delgados y cojeaba un poco. Pero sólo era físicamente; no tenía ningún dolor, jugaba al salir del colegio, hasta cansarme como mis amigos. Cuando hacían chapí-chapó me elegían de los primeros; puedo "presumir" que mi entrenamiento era diario, podía  compaginar estudios y juegos.

Reconozco que fui una niña valiente porque los comentarios que escuchaba no me afectaban, al contrario, me motivaban a seguir disfrutando con el balón. También tenía amigas que jugaban con otros juegos más femeninos, porque habían juguetes sexistas. Para mí no había diferencia, aunque me divertía más con una pelota.

Al final, este juego tuvo una recompensa: fiché por el Hércules C.F. Femenino; parecía un sueño, pero fue una realidad.

Hoy por hoy, miro hacia mi niñez y me siento muy orgullosa, no me arrepiento de nada, doy las gracias a mi familia y sobretodo, a mis padres que me dejaron ser feliz haciendo lo que me gustaba. 

He tenido tiempo para formar una bonita familia, por cierto, todos herculanos porque es una tradición que mi padre nos inculcó, pasando de generación en generación. El ADN es blanquiazul para siempre.


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